El Laverinto Del Eclipse-Chapter 3: capitulo - el Espejo roto
Chapter 3 - capitulo 3 - el Espejo roto
El silencio reinó después de que la criatura cayera de rodillas. El aire estaba pesado, denso, como si el mismo espacio estuviera conteniendo la respiración. Kai observó, con los ojos entrecerrados, cómo la forma deformada del Abismal yacía ante Lía, con los ojos vacíos pero ya sin la furia salvaje que antes lo había caracterizado. Por un momento, la luz tenue que emanaba de Lía se desvaneció, y la atmósfera, antes cargada de tensión, comenzó a relajar su peso.
Pero Kai no pudo dejar de sentir una creciente incomodidad. Lo que había visto en Lía no era normal. Había algo profundamente inquietante en su capacidad para calmar al monstruo, como si tuviera un control sobre él que ningún humano debería tener.
Lía bajó lentamente su mano, retirándola de la criatura. La oscuridad que había envuelto a la figura monstruosa parecía disiparse, pero aún quedaba una presencia de algo ajeno a este mundo. Kai no podía dejar de pensar que esto era solo una pequeña fracción de lo que Lía podría hacer, y esa idea lo aterraba.
—¿Qué fue eso? —Kai no pudo evitar preguntar, su voz tensa y cargada de desconfianza.
Lía se giró hacia él, con su expresión inexpresiva, pero sus ojos, aún fijos en el Abismal caído, parecían sumidos en pensamientos profundos.
—Eso, —dijo, es lo que llaman el Renacimiento. —Su tono era tranquilo, como si estuviera explicando algo tan común como una lluvia de verano.
Kai frunció el ceño.
—Renacimiento. —repitió, como si intentara procesar la palabra, pero sintió que le faltaba información. —¿Eso fue lo que pasó con él?
Lía asintió lentamente, pero su mirada seguía clavada en la criatura. Algo había cambiado, no solo en ella, sino también en el aire. Kai podía sentirlo. Había algo oscuro, algo que desbordaba todo lo que conocía, pero Lía parecía manejarlo con una calma aterradora.
—Los infectados, los Abismales, no nacen así. —Lía continuó, su tono más bajo ahora, como si estuviera revelando algo privado, algo personal. —Este virus... —se detuvo por un momento, como si buscara las palabras adecuadas. —No los transforma de inmediato. Primero los absorbe. El cuerpo comienza a cambiar, pero lo peor es lo que ocurre en su mente. El virus no solo los convierte en monstruos, también los separa de lo que alguna vez fueron. Pero el Renacimiento... es el regreso a la oscuridad que los habita. Es la última etapa, donde el alma de la víctima ya no es más que una sombra.
Kai no estaba seguro de si entendía todo lo que acababa de oír. El virus los absorbía, ¿eso significaba que los infectados habían sido... personas? ¿Eran como los que quedaban atrapados en la ciudad? ¿Humanos que habían sido vencidos por la infección, pero no del todo?
Lía no dio más explicaciones, simplemente dejó de mirarlo y, sin previo aviso, se agachó ante el Abismal caído. Sus dedos tocaban su rostro, ya inerte, y un suspiro de resignación escapó de sus labios.
—Nunca es fácil. —murmuró. —Pero esto es lo que somos ahora. Todos tenemos que luchar por seguir existiendo.
Kai la observó, con un nudo formándose en su pecho. Ella no estaba hablando solo del Abismal. Estaba hablando de ellos.
—¿Por qué los dejaste vivir? —Kai no pudo evitar soltar la pregunta. La rabia se acumuló en su garganta, mezclada con la confusión. —Podrías haberlo matado. ¡¿Por qué no lo hiciste?!
Lía levantó la mirada, sus ojos ahora fijos en los de él, llenos de una seriedad y una tristeza que le erizó la piel. Su voz fue suave, pero cargada de una tristeza profunda.
—Porque, al igual que tú, él tiene algo que aún no se ha ido. —Lía se levantó con lentitud, y caminó unos pasos hacia él, quedando a pocos centímetros de su rostro. —El virus destruye el cuerpo, pero la mente no siempre se pierde de inmediato.
Kai se alejó un paso, asimilando sus palabras. Eso implicaba que los Abismales, como las criaturas que los rodeaban, no eran completamente irrecuperables. Algo dentro de él no podía aceptar esa idea. Había visto suficiente como para saber que los infectados no podían ser "salvados".
—No, eso no puede ser cierto. —Kai comenzó, sin poder contener la rabia. —Los Abismales son monstruos. ¡Han matado a tantas personas, han destruido todo! ¡¿Cómo puedes decir que... que no están perdidos?!
Lía lo miró, y por un momento, sus ojos parecieron vacíos, como si miraran algo más allá de él, como si estuviera mirando el abismo mismo.
—Todos somos lo que podemos hacer. —respondió, y la manera en que lo dijo, casi como una sentencia, hizo que Kai se quedara en silencio, con las palabras atrapadas en su garganta. No estaba seguro de si entendía a qué se refería.
En lugar de seguir discutiendo, Lía comenzó a caminar hacia el final del callejón. Kai, todavía luchando con las palabras, la siguió, aunque con una creciente sensación de incomodidad. Algo estaba cambiando, no solo en ella, sino en todo lo que conocían como supervivencia.
This content is taken from fгee𝑤ebɳoveɭ.cøm.
—¿A dónde vamos? —preguntó Kai, alzando la voz para romper el pesado silencio entre ellos.
Lía lo miró por encima del hombro, una sombra fugaz en sus ojos, como si estuviera decidiendo si contestar o no.
—Vamos a encontrar respuestas. —dijo finalmente. —Y las encontraremos en el Punto Cero.
Kai asintió sin decir nada más. El Punto Cero. Había oído hablar de él. Era el lugar donde el gobierno había intentado contener la infección antes de que fuera demasiado tarde. Un centro de investigación que, según rumores, contenía secretos ocultos sobre el origen del virus. Aunque las leyendas sobre el lugar variaban, había algo en los ojos de Lía que le decía que ella sabía más que cualquier superviviente que hubiera conocido. Y algo en su voz le decía que las respuestas no iban a ser fáciles.
Cruzaron más calles, cada una desierta, cada una llena de sombras de lo que una vez fue vida. Había restos de vehículos abandonados, señales de un pasado caótico, y un aire denso, lleno de la quietud de la muerte. Pero había algo más en el aire. Algo que Kai no podía identificar, pero que podía sentir en lo más profundo de sus huesos.
De repente, un sonido rompió el silencio: un disparo.
Era fuerte, seco, resonante, como si hubiera sido disparado a propósito, desde lejos. El eco se extendió por el aire, y en ese momento, Kai sintió que todo en él se tensaba. Un disparo podía significar muchas cosas, pero nunca algo bueno.
Lía lo miró, como si supiera lo que estaba pensando.
—No te preocupes. Eso es solo el principio.
Y, con esas palabras, continuaron caminando.